“¡Demasiadas veces no los hemos acogido! Perdonen la cerrazón y la indiferencia de nuestras sociedades que temen el cambio de vida y de mentalidad que su presencia reclama. Tratados como un peso, un problema, un costo, ustedes son, al contrario, un don”, afirmó.
Francisco recordó que “cada uno de ustedes, refugiados que golpean a nuestra puertas, tiene el rostro de Dios, es la cara de Cristo”.
“Su experiencia de dolor y de esperanza nos recuerda que somos todos extranjeros y peregrinos en esta tierra, acogidos por alguien con generosidad y sin ningún mérito”, agregó el líder de la Iglesia Católica.