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#ChauDefault

24/04/2016

¿Un nuevo superministro?: Prat Gay se "roba" la escena y ya genera recelos entre sus colegas

El titular del Palacio de Hacienda goza de su momento de más alta popularidad tras haber logrado la salida del default

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on esta firma autorizamos el pago que mañana le pone fin a un default decasi 15 años. #ChauDefault".

Así rezaba el tuit que el ministro Alfonso Prat Gay subió a la red social, acompañado por una foto en la que se lo veía estampando su rúbrica en los documentos que autorizaban la transferencia bancaria por u$s9.300 millones a los acreedores que mantuvieron el largolitigio judicial con la Argentina.

Entre las respuestas de sus seguidores hubo varios elogiosagradecimientos y piropos de las damas. Pero, también, se multiplicaron los típicos comentarios acusatorios de los nostálgicosdel kirchnerismo.

El mensaje, en pocos minutos, tuvo 3.000 réplicas en Twitter. Y el nombre Prat Gay fue, por lejos, el más mencionado en los medios de comunicación y las redes sociales en los últimos días.Tras los éxitos del levantamiento del cepo cambiario y, ahora, con la salida del default, su protagonismo ya empieza a recordar al de los "superministros" de otros tiempos, comoDomingo Cavallo Roberto Lavagna, cuyo nivel de popularidad llegó a provocar celos de los respectivos presidentes.Por un lado, la agenda de temas urgentes en la economía hace parecer lógico que el funcionario tenga este nivel de presencia mediática.

Pero, por otra parte, también es cierto que el mismísimo Mauricio Macri había dicho que no habría estrellas en el equipo de Gobierno, y que la creación del nuevo Ministerio de Hacienda tenía la finalidad explícita de recortar el poder y las atribuciones que tenía la vieja cartera de Economía.Lo cierto es que, a pesar de todas esas previsiones, Prat Gay es el hombre del momento.

Él lo sabe y no se molesta en ocultarlo. Más bien al contrario, parece hacer todo lo posible por resaltar el hecho de ser elogiado en las páginas del Wall Street Journal y en el Financial Times. De haber causado asombro entre los principales bancos de inversión del mundo y, muy especialmente, de haber demostrado que sus críticos estaban equivocados.

En las dos conferencias de prensa que brindó el martes, su jornada triunfal de la emisión del bono por u$s16.500 millones, pareció disfrutar el pase de facturas que dedicó tanto a quienes lo castigaban "por izquierda" como a aquellos que -desde la postura ultra ortodoxa- lereclamaban mano dura con el déficit fiscal. A todos les recordó que habían fallado sus pronósticos."Es la tasa más baja de la historia argentina", dijo el ministro. "Nos decían que nos prestarían al 8% u 8,5%. Nosotros sabíamos que no sería así y seguimos en el camino correcto", sentenció tras haber cerrado la colocación en un nivel promedio de 7,14%.A su antecesor, Axel Kicillof, le dedicó indirectamente el recordatorio sobre cómo, por haber decidido pagar con bonos de valuación flotante en vez de hacerlo con dinero, la cancelacióncon el Club de París y con Repsol le había salido varios miles de millones más caro de lo necesario.Y a los economistas liberales, les mostró la tasa de interés lograda y los u$s69.000 millones de oferta como una prueba de confianza del mercado global respecto de su política gradualista, reafirmando que no hay en el país un margen político y social para un ajuste fiscal más drástico.Y, ya en un alarde de autoconfianza rayano en la "canchereada", se animó a pronosticar que este año la economía podría llegar a finalizar con un crecimiento de 1%, algo que contradicetodos los pronósticos, incluyendo los del Fondo Monetario Internacional.

Además, ratificó su meta de inflación de 25% anual, algo que hoy luce como una misiónimposible dado el 17% que se acumuló acumulado en el primer cuatrimestre.A todo o nadaSin dudas, el ministro apuesta fuerte. Está claro que sus pronósticos de hoy implican un compromiso que puede llegar a costarle el cargo si luego la realidad lo desmiente.

En un país que aplica la política de metas de inflación por primera vez en su historia, cualquier desvío importante respecto del objetivo inicial puede llegar a interpretarse como una admisión explícita de fracaso.Cada frase pronunciada en estos días está siendo prolijamente copiadagrabada archivadapor sus rivales, para recordársela en la eventualidad de que las cosas no salgan de acuerdo al plan oficial.Pero a Prat Gay parece no incomodarlo la situación. A quienes le achacan haber subestimado el poder de "contagio" de la devaluación hacia los precios, les recuerda que el nivel de "pass-through" tras el ajuste del dólar fue mucho menor que el de otras devaluacionescomo por ejemplo la de Kicillof hace dos años.Y, respecto de la alta inflación de estos meses, se ha mostrado confiado es que, más que nada, se trata de un fenómeno de ajuste de precios relativos por las subas de tarifas y no de inflación propiamente dicha. En otras palabras, que los aumentos fueron "por única vez" noparte de un proceso continuo.En línea con esa visión, considera que ya en junio se debería notar un bajón pronunciado de lapresión inflacionaria.Esa característica de su personalidad, que algunos califican como de falta de humildad y otros como exceso de optimismo, no hace más que agrandar la legión de quienes -ahora, silenciosamente- le pronostican a Prat Gay un fracaso seguro.Desde el ala liberal, la crítica más escuchada es la indecisión para recortar con más fuerza elgasto público.

Y se aduce que si los precios no explotaron es gracias al celo del presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, quien todas las semanas y con el alto costo de mantener tasas de interés en el 38%, retira millones de pesos del mercado, acumulando una deuda que empieza a preocupar a muchos.

El stock de Lebacs supera los $450.000 millones,y se estima que los intereses a pagar este año pueden llegar a $200.000 millones. Mientras tanto, el Central sigue asistiendo al Tesoro para solventar el gasto corriente. Un ciclo de emisión inflacionaria que luego es atenuada por una contracción monetaria, es decir, dinero que se resta del crédito privado.Con semejante marco, no parece haber lugar para el optimismo a corto plazo: todo apunta a un enfriamiento de la economía y, para colmo, con la recreación de la clásica "bicicleta financiera" que beneficia a la especulación por la combinación de dólar planchado y altas tasas en pesos.Y, para peor, economistas como Miguel Angel Broda y Javier Milei opinan que el ministro se quedó corto en la búsqueda de capital externo, porque este año el país tendrá necesidades de financiamiento por u$s30.000 millones.Pero Prat Gay no sólo no parece preocupado, sino que transmite la sensación de tener todo previsto y solucionado.

A quienes le marcan el clima recesivo, les contesta que la inversión privada ya empezó a mostrarse con fuerza. Con esto, hasta parece haber desmentido al mismísimo presidente Macri quien, en su reciente reunión con empresarios, les reclamó más decisión paraconcretar proyectos.Y en cuanto al financiamiento público, el ministro aseguró que con los u$s4.000 millones que le quedarán luego de pagarle a los "buitres" y otros acreedores, tendrá suficiente para manejarse.No sólo eso, sino que aseguró que, dado el nivel de apetito global por la nueva deuda argentina, podría haber tomado el doble de crédito sin tener que subir la tasa de interés, pero que no lo hizo porque no quiso "canibalizar" el dinero disponible y dejarle su porción a los gobiernos provinciales y a las empresas privadas.De todas formas, dejó abierta la puerta de endeudamiento en el mercado doméstico y de una nueva emisión internacional sobre fin de año, si la tasa de interés sigue bajando.

Aunque en el mercado creen que, antes que pensar en deuda, resultará inevitable echar mano al clásico recurso del blanqueo para los morosos de la AFIP o quienes tienen dólares en negro.

Se estima en u$s300.000 millones la cantidad de billetes verdes "bajo el colchón" o enbancos del exterior.¿Perfil presidenciable?Por ahora, a Prat Gay le salió bastante barato el costo político de sus errores, que también los tuvo.

Como haber celebrado, ni bien levantado el cepo, que el dólar se había desplomado a niveles de $13 porque la confianza del mercado había hecho que la oferta superara a la demanda.

Una frase que sonó rara cuando, un mes más tarde, el mercado empujó al dólar hasta $16 y obligó al Central sacrificar cientos de millones de sus reservas y subir de un tirón nueve puntos las tasas de interés.O como cuando el Tesoro tuvo que declarar desierto un llamado licitación por un bono para el mercado doméstico, ante la falta de interés de los bancos, algo llamativo para alguien con semejante experiencia en mercados.Pero las dudas, hoy por hoy, quedan acalladas por los festejos. El hombre del momento exhibe sus logros como argumentos capaces de refutar las críticas.Y en ese clima empiezan a circular las versiones de índole política, tales como que Elisa Carrió, quien en su momento apadrinó la candidatura de Prat Gay al Congreso, ahora lo estaríaalentando a buscar una postulación a la Presidencia.No suena descabellado. Después de todo, ese coqueteo de ministros de Economía con el más alto de los cargos ya tentó a otros, como CavalloLavagna y Ricardo López Murphy.Pero, claro está, falta mucho para el calendario electoral. De momento, el mayor rival de Prat Gay no está en el gremio de los economistas ni en sus colegas celosos dentro del Gabinete. Más bien, está en las verdulerías y carnicerías.Si el asado, el litro de leche y el kilo de tomates no se dan por enterados del éxito que tuvo la reciente colocación del bono en los mercados financieros, entonces la estela de Prat Gay habrá sido, como la de tantos de sus precedesores, un brillo efímero.

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