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l cadáver de Micaela García fue encontrado por los datos que aportó el acusado por el crimen, Sebastián Wagner (de 30 años de edad), encargado de cortar una vida de raíz que tenía mucho futuro y muchas otras cosas para dar a los demás.
Es que, tal como pasaba todos los fines de semana desde hace cuatro años, Micaela iba al comedor de la Villa Mandarina, un barrio pobre de Concepción del Uruguay, viernes, sábados y domingos, donde era aguardada ansiosamente por los niños del lugar para comer y jugar. Pero ella no llegó nunca. Y ya no llegará.
Pese a que era realmente muy jovencita, en Villa Mandarina querían a "La Negra" como una verdadera madre. De hecho, ella era el motor del comedor, le había dado forma y contenido bajo la obsesión de sacar a los chicos de las esquinas.
No son pocos quienes sostienen que su verdadera vocación, era la de ayudar y darlo todo por los demás.
Así lo explicó su padre, Néstor García: "Vamos a vivir para tratar de lograr una sociedad más justa, como pretendía Micaela".
Hija del decano de la Universidad Tecnológica Nacional Regional Uruguay, y de una profesora universitaria, Micaela formaba parte de la JP Evita de Gualeguay, y militaba socialmente en los barrios más humildes de Concepción del Uruguay, la ciudad donde nació.
"Iba al frente, pero siempre con una sonrisa. Tenía mucho temperamento", dijo uno de sus compañeros en la JP.
También estudiaba Educación Física. Era una alumna ejemplar. Llevaba cuatro años de cursada y jamás se había atrasado en una materia. Tenía planeado recibirse este año.
Micaela, así mismo, estaba de novia con un compañero de militancia, y era una ferviente activista en contra de la violencia de género.
Fue con la primera movilización nacional del colectivo Ni Una Menos, en junio de 2015. Desde ese momento se sumó al armado de una mesa de trabajo contra la violencia machista y los femicidios y nunca más bajó la intensidad de su lucha.
