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Salud
03/07/2017

Cuál es la "conexión Trump” en el auge del movimiento antivacuna que ahora busca una voz propia en la Argentina

Cuál es la
C

rece la preocupación de la comunidad científica mundial por el auge del movimiento antivacuna que pone en duda la seguridad y obligatoriedad de las vacunas; y encontró en Donald Trump a su aliado menos pensado. El caso argentino cobró protagonismo con un polémico proyecto de ley. El rechazo de las autoridades locales y el riesgo de dañar los pilares de la salud pública.

Donald Trump no toma ni una gota de alcohol, ni tampoco vacunó a ninguno de sus 5 hijos: Ivanka, Tiffany, Eric, Donald y el pequeño Barron. Fue consecuente con su posición respecto de por qué él mismo se considera un "antivacuna militante". E incluso, en el escaso menú de temas que integraron la campaña presidencial  -antes de ser electo-, este fue uno de sus temas recurrentes.

Parece difícil la conexión entre una diputada nacional argentina y la investidura que otorga ser el presidente de los Estados Unidos. Sin embargo, la semana pasada, alrededor de la posición y el debate "antivacuna" -sobre la obligatoriedad o no de inmunizar a los niños con un conjunto de vacunas a lo largo del tiempo- la distancia entre Donald Trump y la legisladora Paula Urroz (Unión PRO) pudiera haberse acortado bastante.

La instalación de la duda acerca de la seguridad de las vacunas en el entramado de la salud pública en las sociedades modernas hasta hoy – con impacto directo sobre los grupos más vulnerables – resquebraja la idea potente de que la vacunación es determinante en la erradicación de las enfermedades infectocontagiosas más peligrosas que amenazan a los seres humanos – con especial incidencia en niños y bebés- como el sarampión, la tos convulsa, polio y otras. Y es en este nuevo siglo -como gran escenario paradojal- que recrudecen los agitadores del cambio, los movimientos antivacunas, con su mejor y más lacerante aporte: dañar la percepción pública de las vacunas.

En esta trama de ideas y objeciones a la comunidad científica internacional se puede encontrar cómo el pensamiento del actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en su rol de líder global, influye en la expansión de estos grupos como una voluminosa mancha de aceite.

Antes de convertirse en el presidente de los EEUU, el 28 de marzo de 2014 Donald Trump tuiteó: “Un niño sano va al médico, lo llenan de múltiples inyecciones de numerosas vacunas, no se siente bien, y de repente cambia… Autismo. ¡Hay tantos casos!”.  Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 28 de marzo de 2014

El disparador local fue un proyecto de ley presentado en el Congreso de la Nación por la diputada nacional por Unión PRO, Paula Urroz, que propone terminar con la obligatoriedad de las vacunas y promueve una especie de "acta" de consentimiento de los adultos responsables de un niño, aceptando o no, los supuestos efectos adversos que la inoculación de vacunas pudiera provocar en la salud.

En la actualidad, Estados Unidos se erige como un lugar paradigmático de la corriente antivacunas. El año 2014 quedó en el memoria porque recrudeció la epidemia de enfermedades como el sarampión y la tos convulsa, que ya habían sido erradicadas.

 "Para UNICEF las vacunas salvan la vida de 2 a 3 millones de niños por año, lo que implica que son cruciales en los números de la mortalidad infantil mundial".

En relación a esta política sanitaria, Argentina fue pionera cuando en 1983, estableció la vacunación obligatoria y gratuita como bien social colectivo mediante la Ley Nacional 22.909, con uno de los calendarios de inmunización – que hasta hoy contempla 19 vacunas- más completos en comparación con los países de la región y el mundo.

La reacción de la comunidad científica frente al temerario proyecto de Urroz, no se hizo esperar. El Ministerio de Salud de la Nación en una carta abierta a los argentinos fue contundente: "La inmunización es un componente esencial del derecho humano a la salud, además de una responsabilidad de individuos, comunidades y gobiernos, y debe considerarse como tal".

"La vacunación, luego de la potabilización del agua, es el hito sanitario que más vidas ha salvado en el mundo a lo largo de la historia de la humanidad.", puntualizó en un comunicado conjunto la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), la Sociedad Argentina de Inmunología (SAI) y la Fundación Huésped . "Consideramos que un proyecto como este (Urroz, Unión PRO) indudablemente significará un retroceso en política sanitaria, con serias consecuencias potenciales para la salud de nuestra población y las futuras generaciones. El sólo hecho de que un niño pueda quedar desprotegido por falta de vacunación representa un peligro social, ya que no sólo él queda vulnerable sino que también pone en riesgo a sus semejantes al no contribuir a la inmunidad general de la población o "inmunidad de rebaño".

Pero la caja de resonancia del movimiento antivacuna en la actualidad, con epicentros aislados en Europa (España, Suecia, Alemania, Australia), Japón, está definitivamente en los Estados Unidos. Y la llegada del actual presidente Donald Trump al Salón Oval vino a precipitar algunas cosas.

El antivacuna menos pensado

El tema antivacunas ya se había colado en la campaña, incluso enfrentando a los candidatos: Hillary Clinton – con una posición pro vacunación-  y al propio Donald Trump.

Cuando Donald Trump fue elegido presidente, una de sus primeras decisiones de Estado fue determinante para el auge del grupo antivacunas. Designó al frente del Departamento de Vacunación de EEUU –Vaccine Safety and Scientific Integrity Commission– a Robert Kennedy Jr., un conocido y profundo escéptico de la seguridad de las vacunas. Juntos y sin miramientos lo habían expresado con claridad en la campaña: para Trump y Kennedy Jr., las vacunas causan trastornos del espectro autista.

Sin embargo, hasta el día de hoy, y luego de que ha corrido mucho "paper científico" bajo el puente no se pudo encontrar ningún vínculo directo entre las vacunas y el autismo.

Debate entre la política y la ciencia 

Robert Kennedy Jr. es sobrino del legendario presidente JFK. Este año, meses después de la asunción de Trump, en el discurso inaugural de Kennedy Jr. al frente del Departamento de Vacunación de EEUU no dudó en ratificar su postura: "El presidente Trump tiene algunas dudas sobre las actuales políticas de vacunación", explicó.

Trump no tendrá autoridad directa sobre los calendarios de vacunación. Pero sí tiene influencia en la opinión pública en donde la semilla de los antivacunas germina con más fuerza entre las comunidades ricas de la costa Oeste, que entre los suburbios del Bronx, Brooklyn o Queens; y crece en Estados del centro como Iowa, Kansas o Nebraska.

Las recomendaciones sobre qué vacunas reciben los niños estadounidenses provienen de un panel de científicos, el Comité de Asesoramiento en Prácticas de Inmunización, que depende del Centro de Control y Prevención de Enfermedades. (el prestigioso CDC). En Estados Unidos las políticas y los calendarios obligatorios de vacunación se establecen según cada Estado, y la ley que rige no es nacional como en el caso argentino.

Robert Kennedy Jr. en 2014 publicó el libro Thimerosal: Let the Science Speak, en el que aseguraba que el Timerosal -un conservante derivado del mercurio- que contienen las vacunas era responsable de causar autismo en los niños, pese a que la mayoría de los estudios rechaza esa relación. Además, antes de asumir su cargo en el Departamento de Vacunación de EEUU  acusó en varias oportunidades a los organismos gubernamentales de haber creado un sistema regulatorio poco transparente, que favorece a las grandes farmacéuticas y que pasa por alto los posibles efectos de las vacunas.

La prestigiosa revista Nature este año dedicó un editorial con un título contundente: "La idea del Departamento de Vacunación de EE.UU de Trump – al nombrar a Robert Kennedy Jr. como responsable – es sesgada y peligrosa". También este año el diario The New York Times publicó una editorial enfática marcando la posición equívoca de Trump al designar a Kennedy Jr. al frente de ese organismo.

En diálogo con Infobae, el doctor Daniel Stamboulian destacado infectólogo y pediatra argentino demostró una gran preocupación por el florecimiento de los grupos antivacunas que despertaron con la política de Trump: "Catorce enfermedades han sido controladas a través de las vacunas en los últimos años. Estas teorías nos llevan el tiempo atrás y podrían volver enfermedades controladas como el sarampión y la difteria".

 La postura escéptica de Robert Kennedy Jr. lastima. Su teoría antivacuna apunta al agente conservante Timerosal, una forma de mercurio presente en algunas vacunas, que podría generar autismo.

Al respecto, la doctora Lilián Testón, epidemióloga de la Fundación Stamboulian, calificó el renacer de estas creencias como un "gravísimo problema para todo el mundo". Consideró que asociar el autismo con el régimen vacunatorio retrocede cientos de años: "Hay gente que ha pasado toda su vida investigando cuán eficaces y costo-efectivas son las vacunas. Más de 350 sociedades científicas y gubernamentales, incluso los padres de niños con trastornos autistas, han elevado una carta al presidente Trump aportándole toda la bibliografía existente -que son cientos de miles de artículos metodológicamente muy bien hechos y que prueban que no hay efecto entre la vacunación del sarampión y el trastorno del espectro autista- para ponerlo en conocimiento".

Stamboulian predijo una hipotética epidemia de sarampión en caso de que prevalezca la teoría de reconsiderar la eficiencia de las vacunas en el calendario médico estadounidense. Dada su condición de enfermedad altamente transmisible, el profesional sostuvo que podría resurgir un problema de salud de impacto mundial que se preveía superado y controlado.

La conexión Donald Trump – Andrew Wakefield

Al médico británico Andrew Wakefield  la era de la post-verdad puede beneficiarlo. En 1998 publicó un artículo que revolucionó a la medicina mundial donde postulaba que la administración de la vacuna Triple Viral -que previene contra el sarampión, las paperas y la rubeola- podía provocar un cuadro de autismo. Wakefield, considerado hasta hoy el fundador del movimiento antivacunas, fue muy desacreditado y incluso le quitaron su licencia para ejercer la medicina. Ahora, sus supuestos "descubrimientos" recuperaron algo de crédito bajo el tiempo de Donald Trump.

En diálogo con Infobae, el infectólogo argentino Daniel Stamboulian fue categórico: "no se entiende como Trump tomó injerencia pública en un tema en el cual la ciencia y la medicina se han pronunciado muy claramente, las vacunas no provocan trastornos del espectro autista. El gran riesgo de todos estos discursos es dañar la percepción pública de las vacunas".

La propia comunidad científica mundial considera que Trump coquetea peligrosamente con el movimiento antivacunas. Wakefield dirige en la actualidad una entidad  -tipo ONG- de investigación del autismo en EEUU, Strategic Autism Initiative  y es muy bien visto por miles de seguidores de la teoría que – sin evidencia científica alguna- relaciona a las vacunas con los trastornos del espectro autista (TEA).

El médico inglés produjo en 2016 el documental "Vaxxed: del encubrimiento a la catástrofe"; allí arremete con su teoría de asociar la vacuna Triple Viral (sarampión, rubeola, paperas) con el autismo y fue por más: acusa al CDC de conocer y esconder deliberadamente los supuestos riesgos.

Para la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP)  "Las vacunas son una herramienta de equidad, porque llegan a todos los niños de los diferentes estratos sociales; son un elemento de solidaridad, porque cuando el individuo se vacuna, también le reduce el riesgo a quienes interactúan con él, incluso no vacunados. La persona no vacunada constituye un riesgo para sí mismo y para quienes la rodean. El proceso de aprobación de una nueva vacuna sigue rigurosas normas científicas. Los efectos colaterales son habitualmente menores y de menor riesgo que la infección natural".

Heidi Larson, directora del Vaccine Confidence Project, un grupo de investigación encargado de estudiar la confianza de la sociedad en las vacunas, analizó con claridad el estatus que cobró el tema, el peso de los actores involucrados y el riesgo que esto conlleva. "Trump es una especie de "propaladora"de las palabras que utilizan los grupos antivacunas pero tiene el objetivo de instalar estas ideas hacia el mundo. Lo hizo en la campaña y ahora lo amplifica en las redes y en su rol de presidente de los Estados Unidos. El mayor problema de estos discursos es que dañan, provocan grietas  y siembran dudas entre los padres y en la relación con los médicos. El daño ya está hecho.

 

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