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Dos jubilados fueron asesinados en su casa. La hija del matrimonio y su novia estuvieron en la mira de los investigadores.

12/11/2017

Un doble crimen, más de 70 puñaladas y un misterioso asesino que no dejó rastros

Un doble crimen, más de 70 puñaladas y un misterioso asesino que no dejó rastros
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Ilda Lubin (73) y Orlando Gianelli (79) los mataron de 69 y cuatro puñaladas en su casa de Flores. Fue María Rosa, la hija menor del matrimonio, la que encontró sus cuerpos el 29 de mayo. Ella, su pareja, y hasta la empleada doméstica estuvieron bajo la lupa, pero el autor del doble homicidio todavía es un misterio.

Raúl Gianelli (43) lleva casi seis meses estudiando estadísticas de criminalística, necesita saber y no encuentra respuesta. Analiza, cuestiona, se inquieta. Cuenta que llamaba casi todos los días para preguntar si había novedades en la investigación por el crimen de sus padres, pero fue espaciando los intentos ante cada negativa.

“Yo espero que las pruebas sean concluyentes de que mi hermana no tuvo nada que ver. Y saber que no está en peligro”, dice Raúl a Clarín desde Estados Unidos. Allá vive hace más de 15 años, formó su propia familia y la última vez que visitó Buenos Aires fue para enterrar a sus padres.

Ilda y Orlando vivían en Flores, en una casa de dos plantas sobre la calle Morón al 2700. Las persianas cubren un ventanal enorme que -recuerdan los vecinos- la mujer abría de par en par cada mañana. Orlando, que había tenido un problema de salud y estaba incapacitado, se sentaba cerca para que le de el sol. Cuando no estaban haciendo su rehabilitación, ella lo sacaba a la vereda para tomar aire o conversar con los vecinos. La trágica muerte los conmovió a todos.

A casi seis meses la investigación parece empantanada. Los peritos tomaron más de 60 muestras de la escena del crimen, pero todavía no arrojaron resultados. Tampoco encontraron el arma homicida ni una hipótesis clara de lo que ocurrió.

“Hasta que no tengamos los resultados de las pericias, no podemos saber. Se hizo un allanamiento, el juzgado ordenó otro y se levantaron distintos tipos de muestras. No tenemos ningún imputado”, confiaron fuentes de la investigación. La instrucción está a cargo de la Fiscalía N°30 y del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N°8.

María Rosa Gianelli (41) trabajaba en la farmacia del Hospital Álvarez, justo frente de la casa de sus padres. Ya no vivía con ellos porque se había mudado con su pareja, María Menacho (49). Rosa, además de ser hipoacúsica, tiene un retraso madurativo. “Es muy influenciable”, reconocieron en su entorno.

Antes del crimen, su madre había iniciado los trámites para designarle un curador, alguien pudiera responder por ella en caso que les pasara algo. Le preocupaba su relación con María. “Esto pasó justo una semana después de que mi mamá me dijera que quería hacer algo, iniciar los trámites, ponerle un curador. Hablamos, me dijo que tenía que hacer el certificado de discapacidad. Yo estuve de acuerdo, le ofrecí mi ayuda. Y después pasó esto”, recordó Raúl.

El conflicto familiar había iniciado tiempo antes porque Rosa quería que su novia fuera a vivir con ella y sus padres a la casa de Flores. Ilda se negó: le preocupaba el entorno de la mujer y temía que se "aprovechara" de su hija. Tras la negativa, las dos mujeres se fueron a vivir a una pensión en Congreso, que el juzgado ordenó allanar días después del homicidio. De ahí se llevaron algunas prendas de las que no pudieron extraer ADN.

Los primeros días de la investigación, las dudas se posaron sobre Rosa, su pareja y hasta en la familia de la mujer, que tanto preocupaba a los padres. María había estado casada 25 años y tiene hijos de un matrimonio anterior. Pero hasta ahora no encontraron un sólo elemento que pruebe su vinculación con el doble crimen. Tampoco el de la empleada que limpiaba en la casa de los Gianelli, otra hipótesis que barajaron los investigadores, aunque la descartaron enseguida.

“No hubo robo, no forzaron la entrada y que una persona de afuera vaya aleatoriamente y haga lo que hizo. No sé. Quiero pensar lo mejor, pero es tratar de torcer la lógica, que es lo que más me cuesta. Quiero estar equivocado y que ni mi hermana ni nadie cercano a ella haya tenido nada que ver”, se lamenta Raúl con la voz quebrada.

El hijo de las víctimas mide sus palabras, piensa, y agrega: “El problema es no saber, es lo que más me molesta. Pienso que si hubiera sido un extraño, alguna muestra tendría que haber. No sé, es lo que yo tengo en mi mente. Me genera dudas el hecho de que no se pueda encontrar nada, ni un rastro. Excepto que haya estado premeditado, no puede ser que no encuentren nada, salvo que lo hayan planeado muy bien”.

La saña y la agresividad del homicida es lo que más confunde a los investigadores. Según los resultados de la autopsia, realizada por el Cuerpo Médico Forense, a Lubin la mataron de 69 puñaladas en la cara, el torso y el cuello. Además tenía heridas defensivas. Ilda luchó contra su asesino. Orlando no pudo. No tenía señales de resistencia. Estaba en su cuarto, en el primer piso, y le hicieron cuatro cortes profundos en el abdomen. Apenas podía incorporarse tras un ACV, no caminaba y estaba acostado en la cama cuando lo atacaron. Todo ocurrió entre la noche del domingo 28 de mayo y la mañana del lunes 29.

El 3 de octubre el juzgado y la fiscalía realizaron un nuevo allanamiento en la casa de Morón 2719. Volvieron a recorrer la escena del crimen para “recabar nuevas evidencias y material genético útil para futuros cotejos periciales”.

“El objetivo fue recolectar algún rastro que sirva de evidencia para llegar a el o los responsables de este doble crimen. Todo lo que ya se había analizado en los laboratorios no condujo nada”, dijeron a Télam los investigadores que participaron del allanamiento.

Raúl Gianelli es parte querellante en el expediente y, ante las demoras y la angustia, ofreció mediar para que las pericias se hagan en Estados Unidos, a través de la embajada. Pero aún no realizaron presentaciones formales del pedido. "Yo necesito dilucidar esto lo antes posible, necesito saber", remata y vuelve a esperar que su peor sospecha sea un error.

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