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INVESTIGACIÓN

04/06/2018

Los billetes de dos pesos que reactivaron el caso Erica Soriano

Tenían escrito un supuesto mensaje de ayuda de la joven. La causa estaba parada y a partir de allí logró avanzar.

Los billetes de dos pesos que reactivaron el caso Erica Soriano
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a ausencia de Erica Soriano es intermitente. Su foto y su nombre están en las carpetas de su casa de Villa Adelina, en los folletos con su cara que -desesperados- repartieron para buscarla. Parte de su historia aparece en las viejas conversaciones por mail, en los chats de Facebook, en los recuerdos. Pero le falta a su hija, a su mamá, a sus amigas. Erica está un poco en el expediente judicial y en el silencio de Daniel Lagostena, su pareja y el único detenido desde su desaparición. Sospechan que está muerta pero, sin su cuerpo, el juicio que empieza este lunes tiene la carga de un cierre pendiente.

La vida de Erica se detuvo a los 30 años sin dejar rastros de lo que pasó con ella. Lagostena (58), un hombre con el que apenas llevaba ocho meses de relación y cuatro de convivencia, será juzgado por el Tribunal Oral en lo Criminal N° 9 de Lomas de Zamora. Lo acusan de “homicidio en concurso ideal con aborto en contexto de violencia de género”.

“Yo desde el principio lo supe, todos los sabíamos, pero no lo podíamos decir. Es la percepción que uno tiene de las cosas, porque el cuerpo te avisa. Sabíamos lo que había pasado con mi hija, que la había matado, pero no lo podíamos expresar”, reconoce a la distancia María Esther Romero (68), la mamá de Erica. Y sigue: “Llegamos hasta acá después de ocho años. Para mí es un milagro el juicio y que Lagostena esté preso. La causa estuvo a punto de quedar archivada y gracias a unos billetes de dos pesos avanzó la investigación”.

Esther habla de milagro y aprieta las manos como en un rezo, sus pulseras golpean en la mesa. Se refiere a los billetes que decían: “Soy Erica Soriano, estoy en San Luis, ayuda!”. La viralización de esas fotos, para 2015, despertó el interés de los investigadores y reactivó la causa, dormida por tres años. Encontraron nuevas pistas que comprometían a Lagostena, que ya había pasado ocho meses detenido en 2012. Eran llamadas, mensajes, conexiones y contradicciones que se convirtieron en evidencia para sostener la hipótesis del crimen.

A pesar de que pasaron ocho años, el recuerdo de aquellas primeras horas de desesperación está latente en su familia. El sábado 21 de agosto de 2010, desde las 9 de la mañana, Esther empezó a llamar a su hija, a Lagostena, a la casa que compartían en Lanús. “Algo pasaba. Ella no iba a desaparecer así, sin avisar. Tenía que venir para Villa Adelina”, recuerda.

Erica era la tercera de cinco hermanos. Su papá había fallecido dos meses después de iniciada su relación con Lagostena. Tras la desaparición, toda la familia se sumó a la búsqueda.

“A vos te dicen algo y lo querés corroborar. Ahora con el juicio pienso en todo lo que hicimos y me parece que fue ayer. La casa era una brigada, entraba y salía gente todo el tiempo. Más allá de lo que uno sentía, estábamos confirmando lo que nos decían, las pistas, los llamados que recibíamos. Hasta videntes, cualquier cosa. Era todo el tiempo esperar a que salga algo, buscándola. Por esto de las videntes mi hermano se metió en cañerías, en alcantarillas, porque la ‘veían’ ahí. No es que quisimos culpar a Daniel o vengarnos por algo. Quisimos descartar todo, pero los caminos siempre llevaban la investigación hacia él, no hubo cosa que no hayamos pensado”, cuenta Brenda, hermana de la víctima.

Erica conoció a Lagostena de casualidad. No era de su entorno, de su barrio, ni tenían personas en común. “Ella iba a ir a un programa de televisión y él había conseguido una changa armando la tribuna y contactando a la gente. Erica dejó su celular y al tiempo Daniel le empezó a escribir. Hablaron, se conocieron, salieron. Habrán empezado la relación en diciembre de 2009. En abril ya estaban viviendo juntos. Él le prometió el oro y el moro para que se fueran a Lanús, ella creyó que si se iba a vivir con él, iba a calmar los celos, lo podría ayudar. Después buscaron el bebé y él la fue manipulando en todo”, recuerda Brenda.

Las pericias psiquiátricas del expediente hablan de Lagostena como “inestable, con rasgos psicopáticos” y “de mucha agresividad reprimida”. Conductas “obsesivas” y “paranoia”, entre otras características.

Erica había sido madre adolescente. Su hija Florencia tenía 13 años cuando conoció a Lagostena. Los tres convivieron en la casa de Lanús hasta que la nena no aguantó más y decidió irse con su papá. “Flor estaba incómoda viviendo con él. Contaba que Daniel no dejaba a Erica ni un minuto. Todo el tiempo estaba encima, controlándola. Y generaba peleas entre ellas. Después nos dimos cuenta de que quería quedarse solo con ella, hizo todo para que la nena quisiera irse. Pero cuando Flor se mudó con su papá, mi hermana se desesperó. Le dejó de dar bola a Daniel. Lo único que quería era arreglar las cosas con ella. Venía a verla, nos pedía ayuda y esa situación a Daniel lo desesperaba porque no la podía controlar”, detalla Brenda.

Durante la investigación, en la casilla de mails de Erica encontraron una carpeta llamada “Crisis”. Ahí la mujer guardaba cientos de correos que intercambiaba con su pareja. Peleas vinculadas a los celos, explicaciones, charlas y discusiones interminables, mezcladas entre mensajes de amor. “En los mails, con el diario del lunes, uno puede ver que ella estaba lidiando con un montón de cosas. No decía nada, pero algo decía”, reconoce María Esther.

Brenda coincide: “Ella lo minimizaba, describía sus celos como algo de la pareja. Él le hacía creer que se moría sin ella, la hacía sentir culpable por todo, no la dejaba sola ni un minuto. Cuando desaparece y empezamos a contar lo que sabíamos, nos dimos cuenta. Además, mientras la buscábamos, él no puso interés”.

Tres ex parejas de Lagostena declararon en el expediente. Golpes, maltrato y obsesión, fue el denominador común entre los relatos. “Supimos que le hacía lo mismo. Ninguna lo denunció, nos enteramos después. Una mujer contó que por las peleas no la dejaba dormir. Erica decía lo mismo, que se iba a trabajar como una zombi y las conversaciones seguían por mail. Ella trataba de lidiar con sus incoherencias, se la notaba desgastada. Ese día, pienso yo, lo quiso dejar”, analiza María Esther.

La hipótesis que intentará probar la fiscalía durante los diez días que durará el juicio, es que Daniel Lagostena mató a Erica en el marco de una relación atravesada por la violencia y que usó los contactos de su padre para deshacerse del cuerpo en un crematorio de Lanús.

“El juicio es la única forma de saber qué pasó con mi hija. El no se va a quebrar porque es un psicópata, pero por ahí alguien más sí. Porque esto no lo hizo solo”, dice la mamá de Erica. Y cierra: “Lo que más quiero es que se sepa la verdad, más allá de que Lagostena termine condenado. Ahora es vivir con la duda. Es irte a dormir y decir 'listo, fue él', pero ¿cómo?, ¿por qué? Necesitamos saber dónde está el cuerpo para empezar a cerrar la herida”.

 

El juicio

Este lunes, desde las 10, en los tribunales de Lomas de Zamora, Lagostena (si es que decide declarar) y la familia de Erica serán los primeros en hablar frente a los jueces.

Lo que pueda decir Florencia será clave para reconstruir la convivencia: fue testigo directa del día a día entre su mamá y el acusado del crimen. “Nosotros tratamos de preservarla, pero ella quiere ir”, explica Brenda, que también está embarazada.

Fuente: Clarín

 

 

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