l escultor de profesión, Langevin modeló hace siete años la estructura de un autómata de tamaño humano cuyas partes se pueden reproducir en casa con una impresora. Luego aprendió a programar y buscó ayuda de expertos para dar vida a su creación, que compartió al completo en la gran red. Calcula que actualmente existe una tribu de unos 1000 autómatas inMoov en todo el mundo (incluyendo varios en la Argentina), no todos enteros pero sí con un mínimo de dos brazos.
Todo empezó cuando un cliente de Langevin le pidió que moldeara una prótesis de una mano. Al final el encargo fue cancelado, pero él siguió. Se inspiró en una de sus extremidades superiores para construirla y le añadió un motor. Colgó el modelo 3D y un tutorial del proceso de creación en internet. "En dos meses 7000 personas se habían descargado la mano", cuenta. Y decidió ir aún más allá y construir un robot entero, inspirado en su propio cuerpo, pero mejorado, "con bíceps más grandes y la espalda más ancha". Langevin eligió colaborar con el creador de un software llamado My Robot Lab, el norteamericano Greg Perry, para dotar su obra de habilidades. "Normalmente la carcasa del robot se hace lo último, yo lo hice al revés", apunta. Ahora el robot es capaz de hablar nueve idiomas, ver a través de las cámaras que lleva en los ojos, reconocer a personas y coger objetos.