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29/05/2023

Le ganó al hambre, la vergüenza y la peor traición: la “Locomotora” Oliveras, historia de una triunfadora

Le ganó al hambre, la vergüenza y la peor traición: la “Locomotora” Oliveras, historia de una triunfadora
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lejandra Oliveras (45) no pierde su calidez a pesar de la vehemencia con la que habla. Ante cada afirmación, subraya la última frase con movimientos ampulosos. Hay que creerle. Se ha vuelto fuente de inspiración de muchos con videos y mensajes motivacionales que apuntan a ejes concretos: cuidar la alimentación, el cuerpo, creer en uno mismo y luchar hasta lograr las metas. Y no lo duda: todo es posible.

 

Su última pelea fue el 8 de abril de 2017, pero el paso del tiempo no le ha quitado fortaleza para remarcar las injusticias de su deporte.

A la entrevista acude con un atuendo con el que, tranquilamente, podría estar en una sesión de entrenamiento. Su físico es una clara señal de lo que pregona: ejercitarse y mantenerse en buena forma. " Todavía no entiendo como las plataformas no se interesaron en mi vida”, sentencia mientras le pide a este periodista un contacto para contar su propia vida. “Sería una historia espectacular. Soy una Rocky mujer, pero de verdad”.

Alejandra nació en Jujuy. Pero pasó la mayor parte de su vida en Córdoba, donde empezaron sus sueños de boxeadora. Es, sin temor a la equivocación, una de las referentes del boxeo femenino en la Argentina y se hizo a base de sobreponerse realmente a casi todo. En su pecho late un corazón de leona.

“Escuchame una cosa y escúchame bien. Yo me entrenaba con todos varones y me rompía el alma. Ellos aflojaban y yo no paraba. Me entrenaba más que Omar Narváez, que era campeón del mundo”. Así arrancaba la charla “La Locomotora” en la recepción del Hotel Haedo, lugar donde se hospeda cuando está en Buenos Aires.

La Locomotora Oliveras. Exboxeadoera y campeona de la vida.
La Locomotora Oliveras. Exboxeadoera y campeona de la vida.

 

Mientras le muestra a los huéspedes las cicatrices en su mano derecha, Oliveras grita a los cuatro vientos que no tiene contra en la Argentina. “Yo les gané a las mejores. Las quiero y las respeto a las boxeadoras argentinas, pero la mejor soy yo”, sentencia con un brusco movimiento de cabeza sin perder la prolijidad de sus trenzas especialmente diseñadas.

La peor traición: su hermana con su marido

Mientras su hermana Maria Sol le saca fotos para su redes sociales, Alejandra recuerda a un viejo amor. “Tuve un novio boxeador. Su carrera era muy buena, sabés. Yo le decía que se cuidara, que en esto lo iba a ayudar hasta el final. Tenía condiciones, pero el recuerdo que me queda es que gorreó muy mal (sic) y cuando lo dejé empezó a perder.”

 

Alejandra Oliveras se refiere al duro trance que le tocó vivir cuando descubrió que ese exnovio que tuvo la engañó con su otra hermana. “A ella no quiero nombrarla, pero no porque haya quedado todo mal, sino porque no quiero perjudicarla. Está casada, tiene su marido, sus hijos, su vida”, dice.

Y agrega sobre una de las situaciones más dolorosas que le tocó vivir: “Mi mamá siempre nos quería juntas. Ella nunca me habló luego de la infidelidad. Yo le di un abrazo al lado del cajón de mi mamá, pero la relación sigue igual. Nos vemos poco y es ‘hola y chau’”.

La ilusión que escondía un engaño

Mientras le da una mirada a su activo celular, nos cuenta cuando creyó que su salvación estaba en México. “Un entrenador mexicano me cautivó para ir a entrenarme a su país. El viejo solo me hacía sacar el cross. Siempre me hacía hacer lo mismo. Después me avivé de que me quería desgastar. El imbécil quería cansarme y que subiera desmotivada contra una mexicana. Me querían sacar mi cinturón, entendes. Encima no tenía un mango. Me conseguí unos dólares y me volví para acá”.

Cuando le preguntamos cuál era su tatuaje preferido de los tantos que luce, extendió uno de sus brazos y, emocionada, dijo: ”Tengo este que es dedicado a mi mamá. Se llamaba Lola Aida Mercedes Yovanovich. Mi mamá murió de cáncer en 2008. Después me hice varios, pero este es mi preferido”, nos contó mientras tomaba un sorbo de agua de la botella que le acercó Maria Sol, la hermana que sí, la que la sigue a sol y sombra.

¿Como fue tu infancia en Jujuy?

- Era muy chiquita cuando nos fuimos. Los jujeños son gente hermosa, los quiero mucho, pero por trabajo nos trasladamos a Córdoba. Somos siete hermanos: cuatro nacimos en Jujuy y tres en Córdoba. Mi papá era camionero, entonces donde le tocaba trabajar, se iba. Estuvimos por muchos lugares.

¿Como te trató Córdoba?

- Siento que toda Argentina es mía. Sea la Capital Federal o el campo, pero en Córdoba empezaron mis sueños de boxeadora. El boxeo empezó a ser mi verdadera pasión. De chiquita yo era un desastre: no me gustaba estar con las nenas porque no corrían, no jugaban a la pelota y si agarrabas una eras una “machona”. Estaban todas quietas y yo quería correr, saltar y jugar. Como estaba con los varones, yo era la “machona”. Yo no me sentía una “marimacho”, sino que quería ser libre con mi cuerpo. Yo en primer grado pulseaba con los varones y les ganaba. Nací con una fortaleza divina, llamalo como quieras.

¿Te apartaban tus compañeras?

- Sí. Sufría esa discriminación. Aparte la condición de ser pobre no me permitía compartir cosas con el resto. Me acuerdo que a los piojos me los curaban con kerosene y tenía tanto olor que era yo y después todo el curso adelante. Quedaba sola y en el fondo. Hasta la maestra me corría por el olor que tenía. Uno aprende del sufrimiento y del dolor o de los golpes de la vida. Pero lo malo que me paso lo transformé en algo positivo, lo transformé en coraje.

¿Odiaste en algún momento?

- No, pero esas cosas suceden. Porque cuando de niño te castigan, te golpean, te acusan, es muy doloroso. Todos los niños son inocentes. Es muy triste y muy duro. Pero está en el corazón de cada uno, en la esencia y en el apoyo que recibas para salir adelante y poder hacerle el bien a los demás.

¿Cómo fue el primer contacto con un gimnasio de boxeo?

- Uh... Tenía 20 años. Ya era mamá y tenía dos hijos, pero llegué con la decisión de ser boxeadora. Yo había hecho una pelea trucha en la plaza de un pueblo por una apuesta en una radio porque me motivó una noticia. ¿Sabés cual? Que Mike Tyson había recuperado la libertad, había salido de la cárcel. Me acuerdo de que preguntaron quién quería boxear y una chica levantó la mano. El árbitro fue el carnicero del pueblo. Hubo ring, hubo guantes, hubo apuestas. Y me sentí boxeadora.

¿Había público?

- Estaba todo el pueblo ahí. Les encantó porque fue algo que nunca se había hecho. Éramos todos peleadores de la calle. No cualquiera se anima a subir al ring. Nos dimos rodillazos, patadas, de todo. Ninguna de las dos sabía boxear. Era adrenalina, eran nervios, era no saber qué hacer. Ese día pude ganar.

¿Cuál fue tu próximo paso?

- Fui a buscar un gimnasio de boxeo. Yo quería ser boxeadora. Sentí una adrenalina tan grande que me dije “esto no lo sentí nunca en mi vida”. El hecho de estar arriba de un ring, de que te pongan guantes, el público alentando, de luchar contra tu propio demonio. El dolor, la violencia que yo había pasado, el hambre y el sentirme importante. Y sentirme de que yo valía. Ese era mi lugar y yo perseguí mi propio sueño.

¿Quién fue tu primer entrenador?

- Se llamaba Carlos San Miguel. Él fue mi primer entrenador. Yo me iba en una motito desde Alejandro Roca a Adelia María. Estábamos en el sur de Córdoba. Todos los días recorría mucho camino de tierra. Eran todos hombres los que se entrenaban. Por ahí a alguno se le escapaba una mano y volvía a mi casa con un ojo hinchado. Mi mamá se enojaba.

¿Qué te decía?

- ¿Para qué vas a ese lugar? Te viven cagando a palo. Tenés dos hijos. Mi mamá nunca me apoyó, pero yo le demostré que hay que perseguir los sueños. Antes de que mi mamá muera, yo salí campeona del mundo.

¿Pensaste en abandonar el boxeo?

- Sí, lo pensé. Era trabajar para comer e ir a entrenar. Era tener para darle de comer a mis hijos y poder ir a entrenar. Varias veces me pregunté “¿para qué lo hago?”. Me pagaban 18 pesos por pelea. Con esos 18 pesos iba a una estación de servicio y me sentía muy importante. Compré un café con leche con dos medialunas. Eso me pagaban en una pelea amateur. Olvidate de un par de zapatillas. Tuve mi primer par de guantes cuando fui campeona del mundo. Siempre me los prestaban, usaba algunos que estaban rotos.

¿Cuantas peleas de aficionado hiciste?

- Fueron 34 y no me olvido de ninguna pelea, de ningún momento. Fue una etapa hermosa. El amateurismo es para aprender. Yo llegaba y no sabía contra quién peleaba. Había boxeadoras que tenían 10 kilos más que yo. Yo aceptaba la pelea porque ya había hecho quinientos kilómetros. Yo quería pelear, te cagaba a palos. Gané todas mis peleas.

¿Nunca te resignaste?

- Nunca me dije “no voy a seguir”. Porque la persona que ama el boxeo, si no lo hace siente que se muere. Es como que al pájaro le digas “no cantas más”. Si no boxeaba y salía a correr, sentía que me moría. me encantaban los desafíos. Voy a pelear contra una pampeana, una formoseña, una cordobesa. Una vez me dijeron que iba a pelear contra Carolina Gutierrez, que era la campeona argentina: la cagué a trompadas. Yo me iba descubriendo. A pesar de que mis hijos me decían que deje de boxear, apreté los dientes y seguí. Me decían “mamá, ¿para qué boxeas si no ganás nada? Somos unos crotos”.

¿Y siendo campeona del mundo?

- También me decían que abandone. Me pedían que ponga un gimnasio, que me dedique a otra cosa. No teníamos plata, nos cortaban la luz. Yo tenía cuatro títulos del mundo y me cortaron la luz. ¿Hay algo más injusto que eso? El boxeador es la estrella, pero es el más desamparado. Le chupan la sangre, le mienten, lo engañan. Y cuando pierde, se queda solo. Muchas veces no comía lo necesario y me subía igualmente al ring.

¿Como ves al boxeo femenino?

- Sigue en desventaja. Siempre peleé por eso. Cuando era amateur me pagaban 18 pesos y al hombre le daban 150. Les decía que era injusto. “Vos sos mujer”, me decían. Yo hacía mejores combates que los hombres. Yo iba y las cagaba a trompadas y había boxeadores que aburrían a la gente. Seguiré peleando por esa injusticia.

¿Cómo te desarrollaste dentro del boxeo entre hombres?

- No sé cómo lo hice. No tuve entrenador, no tuve manager. Al entrenador Carlos Tello lo conocí antes de ser campeona del mundo. Él me entrenó y salió la oportunidad del título mundial. A Amilcar Brussa lo valoro mucho. Lo conocí cuando ya había sido campeona y me habían robado la pelea con Marcela Acuña. A mí no me nombraban en ningún canal de televisión. Parecía que no existía más. Yo peleaba por 800 pesos. Amilcar Brussa me levantó. Después seguí ganando títulos y me di cuenta de quién era. Brussa, que fue el técnico de Carlos Monzón, nunca había entrenado a una mujer y creyó en una mujer. Salí adelante y pude eludir una gran frustración.

¿De que te sirvió la victoria contra la mexicana Jackie Nava?

- Yo me imaginé que me iba a comprar una casa. No, me dieron 2800 dólares. No llegaba ni para un terreno. No sabía cuánto me iban a pagar, pero no me alcanzó para nada. Eso sí, era más que los 18 pesos que ganaba como amateur. A esa pelea no fui por el dinero, sino porque era un gran desafío para mí. Yo peleaba a cuatro rounds y esa noche lo hice a 10 rounds. Las apuestas en México estaban 20 a 1 en mi contra. No tenía chances de ganarle a Nava. Mirá si hubiese apostado por mí, me hubiera comprado la casa...

¿Te gustaba entrenar?

- Nunca me vieron cansada. Me entrenaba más que un campeón de mundo. Trabajaba en cinco gimnasios, para mí era bailar arriba del ring. Yo trabajaba para darle de comer a mis hijos y pagar un alquiler. Mi laburo era entrenar sin parar, por eso fui la mejor del mundo. Nadie en el mundo se entrenó como yo, ni siquiera Floyd Mayweather. Fui a Las Vegas y me dijeron que Mayweather se entrenaba en dos turnos, yo me entrenaba en tres. Además tenía otros trabajos. Por eso soy invencible.

¿Que te dejó tu época del versus contra Marcela “La Tigresa” Acuña?

- La pelea más importante de la historia del boxeo femenino fue la que hicimos con Jackie Nava. la deje en el piso y terminé con la mano fracturada. Dos clavos me pusieron en la mano derecha. Me quebré en el tercero, cuarto y quinto round. Siendo derecha, la noqueé con la izquierda. Tremendo. Fui a México, a la cuna de campeones. Jackie Nava era considerada la mejor del mundo junto a Laila Ali. Ninguna boxeadora argentina logró eso.

Pero la pelea con Marcela Acuña también fue importante...

- Esa me la robaron. Me agarró del pecho, me pegó en la nuca y me hizo una zancadilla. Y encima festejó el triunfo. Si yo te pego en la nuca no voy a festejar. Fue una pelea donde la corrí durante toda la noche. A pesar de que firmamos tres peleas, nunca hubo revancha. La gente sabe que me robaron la pelea y la gente sabe que ella fue muy mala deportista. Hasta Moria Casan dijo que con un golpe en la nuca gana cualquiera.

Alejandra "Locomotora" Oliveras vs Marcela "Tigresa" Acuña.
Alejandra "Locomotora" Oliveras vs Marcela "Tigresa" Acuña.

¿Cómo hiciste para revertir tu imagen?

- Me quisieron hacer pasar por mala. Mala nunca fui. Luché por la mujer, por los derechos de nosotras y me castigaron por eso. Me castigó la Federación Argentina de Box. Encima Acuña decía que estaba bien que ganemos menos, y que estaba bien que las mujeres tengamos rounds de dos minutos de duración y no de tres como los hombres. ¿Por qué tenemos que ser unas crotas? Hace poco murió Carmen “La Guapa” Montiel y tengo un gran dolor. Hizo como 10 peleas con Acuña. Ella nunca la fue a ver y “La Guapa” murió desamparada. Yo la ayudé, pero no soy millonaria para comprarle una casa. Era la licencia número dos y se olvidaron de ella. Acuña es recontra machista, pero las cosas salen a la luz.

¿Ayudás a la gente?

- Ayudé mucho en la pandemia a gente que se estaba muriendo de hambre. Llevó muchos años luchando por el bien de los trabajadores del boxeo. Tengo una escuelita de boxeo en medio de cinco villas. Es gratuita. Los chicos si quieren entrenarse, primero tienen que ir a la escuela. Algunos que habían dejado la escuela, luego volvieron. Eso es ayudar, porque vengo del hambre, vengo de abajo. Por eso me quiere la gente. Hago el bien porque eso me hace feliz.

¿Te llamaron muchos políticos?

- La gente me motivó para sumarme a la política y que mis dos hijos me digan que se quieren del país. Escuchar que la gente necesita tener tres trabajos para poder llegar a fin de mes. A mi hijo en una semana le robaron dos celulares. El segundo lo estoy pagando todavía. Por eso me involucré. Alguien tiene que hacer algo. Sabés que me llaman chicos que tienen que representar a Argentina en alguna disciplina y no tienen ni para el pasaje. La ropa para competir se la cose la madre. Yo estoy trabajando con Patricia Bullrich. Confío mucho en esa mujer. Patricia tiene trayectoría. Hizo muchas cosas cuando fue Ministra de Seguridad. No hay que olvidarse que en la pandemia era una de las pocas que peleaban para que se abrieran las escuelas. La apoyaré hasta que sea presidenta.

¿Tenés bandera política?

- Nunca tuve bandera política. Ahora me involucré en su equipo. Trabajo para su espacio. Yo no me voy a poner hablar ni de Cristina Kirchner ni de Mauricio Macri. Solo te voy a decir que el país está roto. Argentina sangra y no nos merecemos esto.

¿Y vos como estas económicamente?

- Cambió mi situación. Estoy mucho mejor. Mi vida económica cambió cuando me independice de los manejadores del boxeo. me encargué de manejar mi carrera. Empecé a buscar políticos y empresarios. Contraté a boxeadoras mexicanas y así desarrollé mi carrera. Así me pude comprar un terreno, una camioneta y fundamentalmente pude montar mi gimnasio. Yo “laburo” mucho. Tengo publicidades y doy charlas motivacionales. Gracias a Dios trabajo no me falta porque la gente confía en mí.

¿Todo lo negocias vos?

- Sí, me encargo yo. Puedo hacerle una publicidad a una chica que promociona esmaltes para uñas o puedo hacer una publicidad para ARCOR. Mis hijos me ayudan mucho, pero el negocio lo cierro yo. No le cobró lo mismo a un club para dar una charla, que a una empresa multinacional. Ojo que también lo hago gratis. Hace unos días llevé unos guantes a una escuelita de La Matanza, para que los chicos en el recreo entrenen. Los chicos quieren ser Messi, quieren ser Locomotora Oliveras.

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