romediaba el segundo tiempo y el equipo de los Zucarelli perdía y no jugaba bien. Y en eso, por motivos que no están claros, dos grupos se empezaron a pelear, tomandose a golpes de puño. El árbitro Nahuel Viñas paró el partido y la policía tuvo que intervenir, separando a los dos grupos de revoltosos.
En total no era más de una docena por bando los que peleaban, aunque había otros varios que parecían respaldarlos. La policía, actuando de manera muy rápida y eficiente, inmediatamente ingresó a la tribuna y estableció un cordón separando a ambas facciones. Además tuvo que disparar algunas balas de goma para disuadir a los que todavía ponían alguna resistencia o no hacían caso.
Al final, la barra se terminó retirando del estadio. Incluso, en un momento el público masivamente empezó a repudiar esos hechos con el canto. “Que se vayan todos, que no quede, ni uno solo…”
Al final se reanudó el juego, ya sin la ruidosa barra de Guaraní y con un estadio más tranquilo. Abajo todo era puro nervio pero al final llegó el penal y el gol salvador de Barinaga que trajo calma a Villa Sarita.