os dos autos que protagonizaron el accidente fatal en Santiago de Liniers son modernos, cómodos y pueden desarrollar altas velocidades en pocos minutos. Si a estas características le agregamos el cóctel de alcohol e irresponsabilidad, vamos a encontrar que casi no existe distancia entre la vida y la muerte.
Los peritajes determinarán las velocidades con las que se desplazaban los autos al momento del impacto, pero la forma en que quedaron y la cantidad de víctimas fatales, por lo menos uno iba a altísima velocidad y su conductor nada hizo –o nada pudo hacer- para evitar el choque.
Impacto violento, un ruido ensordecedor que cuajó el silencio de la noche y del monte cerrado, gritos, desesperación, vidrios, chapas, pedazos de metal desgarrados y desparramándose por doquier sobre el asfalto y a varios metros a la redonda… Después, la oscuridad total, el silencio absoluto. La eternidad para unos. Para otros, el llanto, el dolor, la desesperación y la confusión. Situaciones todas comunes a sucesos similares. Todos los accidentes inscriben en la crónica particularidades semejantes..
Todo aconteció en apenas segundos. En un instante. En un abrir y cerrar de ojos.
¿Qué pasó? Una y mil veces los protagonistas que quedaron vivos se harán esa pregunta, por el resto de sus vidas.
Lo que se sabe es que prácticamente chocaron de frente, en la mano donde se desplazaba el Fiat Uno que conducía Franco. Es decir, en forma imprevista, y por causas que los peritos tratarán de determinar, el Peugeot salió de su carril y le dio de lleno al otro auto, perdiendo incluso el motor y partiendo la llanta del lado del acompañante.
¿Por qué no fue absolutamente frontal la colisión? Es probable que en un instante el chofer del 206 tuvo tiempo de volantear hacia su izquierda, en una reacción instintiva de supervivencia, maniobra que le permitió salvar su vida, pero a costa de exponer –en forma involuntaria, por cierto- a su acompañante Velázquez, quien murió en el acto.
Por los vidrios que se encontraron, los restos de un porta-botella de poliestireno expandido (más conocido como telgopor) para preservar el frío de la bebida, el fuerte olor a alcohol que sintieron los policías y cada uno de los que estuvieron en el lugar del accidente, más el aliento etílico que tenía el chofer del okPeugeot –que fue constatado por el médico forense-, todo indica que el gran responsable, el gran culpable, del luctuoso accidente fue el alcohol que habrían estado ingiriendo Velázquez e Ibarra (en el asiento del acompañante quedó resto de una botella de cerveza, incluso se puede deducir la marca), y la irresponsabilidad con que éste manejaba el vehículo a alta velocidad, al momento del choque. De todos modos, la Justicia tendrá el veredicto final.