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Sin embargo, en el Siglo XIX, Henry van Dyke (1852-1933), teólogo presbiteriano estadounidense, abrió el debate sobre la existencia de un 4º mago de Oriente, de nombre Artabán. Según sus estudios, era miembro de la casta sacerdotal Zoroastra de los medos y los persas.
Si bien partió para reunirse con Melchor, Gaspar y Baltazar, acontecieron hechos azarosos que impidieron su llegada al pesebre de Belén. En primer lugar, llegó tarde a la cita concertada, pero con mucha fe y basado en sus grandes conocimientos de astrología confiaba en alcanzarlos.
Sin embargo, en el camino, se encontró con un hombre a punto de morir en la soledad del desierto. Al verlo Artabán no pudo pasar de largo y se quedó a socorrerlo. Una vez que curó al atribulado prosiguió su camino, aunque sabía que se había retrasado mucho. Más adelante, le salió al paso, una colonia de delincuentes que detuvieron su andar y lo asaltaron arrebatándole las joyas.
Tuvo gestos que marcaron su vida
A Artabán lo hicieron comparecer ante la lideres de la gavilla, quien le pidió que cure a los leprosos, y así lo hizo. Se quedó un tiempo más, y se hicieron años. Perdió la esperanza de conocer a Jesús, así que le dio la libertad a su esclavo. Cuando este último encontró a Jesús (33 años después), volvió a avisarle a Artabán. Lo buscó pero lo habían crucificado.Artabán enfermó y en su agonía, Jesús se le apareció: “toda mi vida te he buscado Señor y ahora ya no tengo nada que regalarte”. El Señor le contestó: “Tú ya me has regalado” y Artabán le contestó: “¿yo qué te he regalado Señor?”, y Jesús dijo: “La misericordia que tuviste por los demás”.
